Y estamos en el siglo XXI, estimados lectores. Aunque muchas veces no lo parezca. En lo personal sinceramente me cuesta demasiado creer que estemos en este siglo, donde muchos se llenan la boca de que el humanismo y los valores y la igualdad. Para estos temas generalmente no soy tan pesimista. Reconozco la lucha que muchos grupos han librado por un verdadero cambio en la sociedad, y creo en el humanismo como el futuro. Pero hoy particularmente me ronda un pensamiento que me hace dudar fuertemente. ¿Cuál es el verdadero nivel al que hemos llegado?
Y es particularmente por una historia que me han contado. Verán. Una pareja está por casarse. Se aman, son una pareja estable, son responsables, trabajadores y simplemente se consideran el amor de su vida. Él es católico ella no. ¿Debería ser un problema? En lo absoluto, por lo menos eso pienso yo. Resulta ser que mucha de la familia del novio no apoya su matrimonio, no lo aprueba y asegura que no participarán de la ceremonia. ¿Porqué? Porque ella no es católica y la boda no se hará por iglesia católica.
Mi reacción es de desconcierto total. Señores, ¿estamos en el siglo XXI? Avísenme si estoy equivocado. Y la tolerancia, el respeto, la diversidad, el amor, ¿dónde quedan? ¿No es cierto que la época de la persecución por credo ya había pasado? Y la religión que profesan muchos, ¿no es de un Dios que ama a todos? ¡Y tanto que criticamos la discriminación!
Sinceramente lo que siento es mucha confusión y decepción. Porque de alguna u otra manera muchos nos relacionamos con casos así. Tengo la firme convicción de que hay muchas cosas más importantes que nos definen como humanos. ¡¡Por Dios gente!! Los sentimientos, el trabajo, la solidaridad, el amor.
Me queda ese sentimiento a futuro, incertidumbre.
Ojalá las palabras fueran más que eso.
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