Cuando cursaba primaria conocí a la que fue una de las mayores influyentes en mi amor por la Tierra y la naturaleza. La maestra que me enseñó a ver un poco más allá de la rigurosidad de los exámenes y las cosas de memoria. Y por ello agradezco a doña Shirley, años después, por acercarme al arte, a la naturaleza y al conocimiento.
Recuerdo que en 1998 obtuve un título como defensor del agua, por un curso que llevé gracias a esa maestra. Y por ella en 1997 participé de mi primer Día de la Tierra. Pequeñas cosas como estas marcaron mi mente y guiaron mi juvenil interés por nuestro planeta. Trece años después, heme aquí con el mismo interés, más fundamentado y más apasionado sin duda alguna.
Creo firmemente en que pequeñas cosas, mínimas que sean, hacen diferencia. Si nos quedamos esperando a que desde el gobierno, desde la municipalidad o desde la ONU cambien el mundo pues estamos bien perdidos. Pasarse la bola y hacerse el loco de nada sirve. Como dicen, puro ring ring y nada de helados. El mejor paso es el que da uno mismo sin esperar a que otros lo hagan.